Despierto. Cinco minutos más.
Fue sólo un sueño.
La caricia de las sábanas de esta cama deshecha cuando
salgo,
por fin,
de mi escondrijo.
Un café amargo bien cargado.
Un dulce, nada sano.
Mirando la tele con el mando en la mano.
Levanta, no seas vaga.
Ordena, limpia, haz la cama.
Todo esto es un desastre,
un caos de libros, cajas, ropa y recuerdos.
Como. Cualquier cosa.
Mientras intento no mirarlos,
mientras intento ser invisible.
Hora de la siesta y yo despierta.
Leo, me hago la dormida si alguien entra.
Quizás me dedique a traducir
unas cuantas letras muertas.
Me ducho. Me visto y me maquillo.
Me pongo la máscara de la calle,
la falsa sonrisa, el anillo, los pendientes y collares.
Salgo.
Mi ratito de sociedad me espera.
La brisa en la cara, la música
y esta ciudad. Esta ciudad que antes era
mía y ya no estoy segura de que me quiera.
Quizá una cerveza en el bar de siempre.
Pues mira aquella, pues me enteré de esto, pues me
dijeron eso.
Y ahora que refresca,
me vuelvo temprano a casa.
Un poco de agua en la cara.
Al fin me vuelvo a poner el pijama.
Otras páginas más de nuevo entre las sábanas.
Te recuerdo,
e imaginando tu sonrisa,
de nuevo,
me duermo.