Un día, el hombre se despertó, no recordaba nada del pasado,
pero sabía que algo había sucedido antes que él. Era curioso, investigó. Si
bien sus investigaciones se basaban en lo que unos y otros contaban mintiendo,
siempre habría algo de verdad en sus palabras (al fin y al cabo, el hombre no
es tan creativo como para imaginarlo todo desde cero). El hombre que ya había
perdido la memoria una vez, decidió que esta vez no la perdería y así fue como
escribió cada palabra, cada historia.
Un día, vinieron los bárbaros. Arrasaron el pueblo del
hombre y a él mismo lo mataron y clavaron su cabeza en una estaca por haberse
atrevido a recordar y a tratar de llegar a la verdad. Queda como testimonio aún
su cráneo en una puerta de lo que algún día fue su casa y ahora es escombro,
para que los futuros hombres sepan que el pasado es lo que cuentan y ponerlo en
duda no es opción.
Un día, otro hombre se despertó, pensó en la calavera
solitaria que había visto en sueños y decidió buscar lo que sin duda el hombre
al que había pertenecido habría escrito en vida. Y lo encontró. Pero ya hacía
eones de aquello y las letras no eran las mismas, y las palabras no tenían
sentido. Este hombre no cejó en su empeño y consiguió entenderlo y casi
traducirlo (pero al hacerlo se percató de que no hay manera humana de traducir
una lengua a otra, pues cada una refleja una visión del mundo y ya se sabe que
no hay dos iguales). Intentó enseñar su descubrimiento al mundo y lo tomaron
por loco, intentó que otros aprendieran a entender lo que el pretérito hombre
quiso decir para así entender un poco mejor el mundo y cómo habían llegado a
aquella sociedad presente.
Un día, ese otro hombre fue abandonado por su pueblo en una
cueva, ‘está loco’ decían los padres a sus hijos, ‘nunca nos servirá de nada’
decían los dirigentes y de ello se convencían los ciudadanos. Y así fue cómo el
pueblo fue arrastrado otra vez hacia una invasión bárbara, hacia un futuro sin
pasado, hacia una espiral de cometer los mismos errores. Y así fue cómo murió
solo el otro hombre, junto a los textos que contaban una invasión bárbara en el
pasado, junto a los paralelismos que sólo él pudo ver, junto a un montón de
lenguas muertas.