jueves, 23 de enero de 2014

Logofilia.

Amo las palabras
en ese pequeño instante
en que son sonido.
Si pudiera, 
las amaría más 
cuando culebrean
sobre el papel en blanco.
Amo que detrás de ella 
se esconda
un significado, 
y aún más
si es distinto
según quien la escuche.
Amo que las palabras
hagan frases,
que cuenten historias,
solas
o acompañadas.
Podrán calificarme
o intentar (sólo intentar)
convencerme de que me vaya.
Pero nunca podrán
decir que no sé
filología.



Por lo demás, todo el que tenga tiempo y ganas de disfrutar, debería pasar un rato embobado escuchando cuarenta y siete trozos de la maravilla de Benedetti