en ese pequeño instante
en que son sonido.
Si pudiera,
las amaría más
cuando culebrean
sobre el papel en blanco.
Amo que detrás de ella
se esconda
un significado,
y aún más
si es distinto
según quien la escuche.
Amo que las palabras
hagan frases,
que cuenten historias,
solas
o acompañadas.
Podrán calificarme
o intentar (sólo intentar)
convencerme de que me vaya.
Pero nunca podrán
decir que no sé
filología.
Por lo demás, todo el que tenga tiempo y ganas de disfrutar, debería pasar un rato embobado escuchando cuarenta y siete trozos de la maravilla de Benedetti