sábado, 30 de noviembre de 2013

Por encima de la campana de Roma

Poco que añadir a lo que dice este artículo: ¿Por qué? Pues porque sí, porque lo que realmente nos diferencia de los animales es eso, la capacidad de dedicarnos, de emocionarnos, de reflexionar sobre cosas 'inútiles'. Inútiles porque no satisfacen las necesidades básicas, es más, a veces incluso nos apartan del sueño, nos dan hambre o nos hacen olvidarnos de que aún tenemos que comer. Pero sin ellas, qué nos diferenciaría de cualquier mascota.
A día de hoy no he conocido a nadie que no escuche música, que no le guste ver alguna serie o no le causen diferentes emociones, no ya los grandes textos, sino alguna frase suelta o imagen artística. El problema está en que la mayoría no se da cuenta de que es justo a eso, a lo que ello no dan más que la importancia anecdótica del momento, a lo que yo me dedico. A mirarlo, a intentar entenderlo y conservarlo, hacer lo posible por transmitírselo a los que quieran escucharme.
Desalentador es escuchar que nadie le da importancia, que ni siquiera historiadores y filósofos, no ya digamos filólogos de esas lenguas hijas de la mía, quieren entender de dónde vienen. Que se conforman con lo que algún traductor decidió un día que aquellas extrañas letras querían decir, sin tener la curiosidad al menos de si ellos entenderían lo mismo.
Pero, por favor, encargados de las leyes, continúen desprestigiando las artes, continúen llevándonos a una sociedad robótica que se limite a lo útil, por favor, continúen con lo que están haciendo, van por buen camino.
En todo este pesimismo en el que la sociedad se empeña, y del que yo voy a seguir quejándome siempre que pueda, me alegran unas pocas noticias. Noticias que me llegan de que aún queda gente que lucha por encima de la campana de Roma para que los pocos que queremos entender el pasado, podamos seguir haciéndolo. El orgullo de pensar que fue la persona que me metió en esto, la misma que ahora se hace más horas con tal de continuar maleducando a otros... Y la necesidad de corresponderle con el esfuerzo y con las ganas.
Sé que muchas veces lo digo, pero en los tiempos que corren, son aquellos que luchan contra la asfixiante marea, incluso sin esperanza, pero por principios, los que merecen más admiración. Y yo, algún día, también quiero.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Pero afortunadamente sigues.

Sin ti los versos sufren resolución espondaica,
sin ti la Hélade no sería más que piedras,
sin ti las η jonias seguirían siendo α,
sin ti Atenea cerraría los ojos de lechuza,
sin ti ninguna región habría acogido el parto de Leto,
sin ti Zeus ya no llovería,
sin ti se acaban los alargamientos compensatorios,
sin ti mis rodillas no se doblarían nunca,
sin ti no tendría acusativo de relación,
sin ti Odiseo sería almuerzo de Polifemo,
sin ti los aoristos dejarían de ser gnómicos,
sin ti no cantaría la musa la cólera del pelida Aquiles,
sin ti no existiría el optativo de deseo,
sin ti nadie llegaría a las Islas de los Bienaventurados,
sin ti se lesionarían todos los esbeltos tobillos,
sin ti Homero leería con ictus la Ilíada,
sin ti no vocalizarían las sonantes,
sin ti los pueblos indoeuropeos nunca llegan a ser griegos,
sin ti nunca añadiría sufijo superlativo,

sin ti las lenguas muertas no vuelven nunca a la vida.

lunes, 6 de mayo de 2013

Intenciones

Hoy leía un artículo sobre el mejor profesor de mi vida y, como siempre, es cuando me acuerdo de todos, de los pasados (de algunos más que de otros) y de los presentes.
Y veo la necesidad más que nunca de valorarlos, no ya porque, indudablemente lo merezcan, sino por el miedo a que les llegue la desilusión de los años y sabrán las Moiras cuántos alumnos se queden sin la posibilidad de hacer que los despierten, que les descubran mundos.
Y sé que no es la primera vez que escribo sobre la importancia de amar el trabajo (y más si tiene la de ser los responsables de que las personas decidan su rumbo), pero cada vez que pienso más en ello, más en deuda me siento, por lo que me enseñaron, de letras, de literatura, pero sobre todo por lo que me enseñaron sobre la lógica, el (como dice el artículo) porqué y el porqué no tienes razón (ellos saben que no la tuve muchas veces).
Nunca vi que mi destino fuera la docencia, pero en este mundo en el que he tenido la suerte de sumergirme, no se puede decir que no. Y si algún día tengo que reunir el valor necesario para plantarme ante 20 (ojalá que no menos) sobrehormonados jóvenes y hablarles durante horas sobre acusativos, supinos, Homero, optativos oblicuos, César y todas esos ancianos venerables a los que les dio por escribir (ya ves tú la estupidez) en lenguas que nadie habla, quiero ser como ellos.

sábado, 23 de marzo de 2013

Eterno retorno


Bebió de un trago media cerveza y miró de nuevo a la mesa donde ella estaba hacía un momento. Aún quedaba la marca de sus labios en el vaso y ese olor, que teñía la atmósfera de un bar cualquiera.
Volvió al día siguiente, a la misma hora, y esperó paciente que volviese a entrar, a pedir su refresco de medio día, a reír mientras leía ese libro (“tengo que averiguar cuál es”, pensó) y a volver a salir, dejando el ambiente enrarecido y su corazón a punto de estallar.
Así llevaba casi una semana, viéndola entrar, fijándose en cada detalle (acaso podría hacer, aunque quisiera, otra cosa), en cada hoyuelo de sus mejillas al sonreír, en la forma de coger el vaso, distraída mientras pasaba a la página siguiente, dar un sorbo corto y volver a dejarlo en la mesa, en cómo de vez en cuando levantaba la mirada y echaba un vistazo a la barra del bar (habría jurado que hasta lo veía) antes de volver a fijar sus grandes ojos negros en su libro, en cómo al terminar de beber pedía la cuenta con un leve gesto de su muñeca y ponía la cantidad exacta encima de la mesa antes de levantarse y volver a abandonarlo sin siquiera saber que existe.
Todos los días postergaba pronunciar las palabras que reposaban entre sus dientes hasta la siguiente cerveza. Esa siguiente cerveza que siempre pedía demasiado tarde. Todos los días pensaba que mañana no esperaría tanto. Y mañana llegaba pero él bebía de un trago media cerveza y miraba de nuevo a la mesa donde ella estaba hacía un momento.

martes, 5 de febrero de 2013

Rentabilidad

Hoy leía unas declaraciones del ministro Wert diciendo que 'los estudiantes han de guiarse por las salidas a la hora de escoger un itinerario en sus estudios', es decir, todo lo contrario a lo que siempre, profesores, familiares, orientadores y un largo etcétera me dijo siempre. Vale, no soy imparcial en este tema, pero a mí me llegó el mensaje de 'estudia lo que se te dé bien, lo que te haga feliz, aquello que te motive y así, seguro que serás el mejor en ello'. Ya está suficientemente mal la cosa, las salidas de TODAS las carreras (y no es que me alegre por ello), como para llenar las aulas de alumnos desganados y futuros profesionales sin vocación.
Hoy es uno de esos días en los que me acuerdo de cuánto dudé antes de arriesgarme a mis lenguas 'muertas' (me negaré siempre a quitarle las comillas a algo que me hace sentir tan viva) y de los consejos que me dieron. También recuerdo ver a profesores a los que se le iluminaba la mirada al explicar su materia, a profesores que se pasaban horas en sus casas para buscarte tal libro, tal etimología o tal material simplemente porque había sido mencionado en clase, así como profesores que no lograban transmitirte ni un ápice de interés por su materia. Y es entonces cuando, al leer las palabras de Wert, pienso que vale un millón más un profesional que ama su trabajo y se dedica a él las horas que haga falta que cualquier otro. Diga lo que diga aquel que 'fomenta' la educación y la cultura, gracias, pero no, tomé esa decisión y la tomaría siempre.